Seguro que alguna vez hemos pensado en aquella humedad que nos estropeó la pintura el año pasado o el importe de la temida factura energética. Si es así, y si has llegado hasta este blog, es también muy probable que estés pensando en una solución a largo plazo: la impermeabilización.
Impermeabilizar la cubierta de tu casa (o de tu edificio) es la mejor manera de decir adiós a las molestas filtraciones y goteras. Este “paraguas” no solo mantendrá tu hogar seco, sino que, gracias a la capa de aislamiento que lo acompaña, te ayudará a mantener una temperatura agradable en el interior durante los meses más fríos. Todo ventajas, ¿verdad?
Pero antes de lanzarnos a la acción, es importante saber cómo debemos actuar según el tipo de cubierta del que se trate. Así que, veamos:
Las cubiertas planas transitables, como permite suponer su nombre, son accesibles al tránsito de peatones. Este tipo de cubierta suele combinarse, además, con zonas ajardinadas. Se caracterizan por la protección pesada y estable que tienen en su última capa, y que puede presentar distintos acabados:
Baldosa sobre mortero
Baldosa sobre plots (otra clase de soporte)
Tarima de madera sobre plot
Hormigón impreso.
Si este es tu tipo de cubierta, lo primero que se debe tener en cuenta es que la impermeabilización esté debidamente separada de esta capa transitable de la que hablamos. Esto se realiza mediante un geotextil de polipropileno –te aseguramos que impresionarás a tus expertos en reformas si usas este término– capaz de resistir las roturas por fricción derivadas de las cargas mecánicas, para que dure en perfectas condiciones mucho tiempo.
En estos casos, la impermeabilización más empleada es un sistema bicapa bituminoso. Si este sistema va colocado por encima del aislamiento escogido, conseguiremos que el aislamiento quede protegido al 100% del agua y resulte una solución totalmente eficiente.
Por el contrario, si el aislamiento térmico va colocado por encima de la impermeabilización, estaremos hablando de una cubierta invertida, donde en este caso, el aislamiento térmico está protegiendo a la impermeabilización, evitando así que se pueda dañar y evitando futuros problemas de filtraciones de agua.
Al contrario de las anteriores, estas no suelen ser accesibles más que para reparaciones y mantenimiento. Si este es el caso de tu vivienda o edificio, la solución más habitual solía ser la instalación de una cubierta invertida (con el aislamiento por encima de la impermeabilización, y por tanto expuesto a la climatología), protegida con grava lavada o una baldosa filtrante.
Sin embargo, este tipo de acabado suele generar problemas de mantenimiento a medio plazo, así que, ¿cuál es la mejor estrategia para que la cubierta nos aísle correctamente, pero además dure muchos años y no acarree nuevos gastos en mantenimiento? Lo mejor es optar por soluciones autoprotegidas bicapa bituminosas. De esta forma, evitamos el uso de gravas o baldosas filtrantes.
¿Hay que tener en cuenta alguna precaución a la hora de la instalación? Lo más importante es que la impermeabilización quede por encima del aislamiento, utilizando una barrera de vapor previa sobre el soporte y una lámina autoadhesiva sobre el aislamiento. Así, tú y tus vecinos podréis olvidaros de las obras durante mucho tiempo y, además, notaréis una bajada en la factura energética.
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